La otra institución que sí fortalece los esquemas de gestión y administración del patrimonio natural es el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (Sigap), que ha logrado integrar el 31 por ciento del territorio nacional a ese sistema, ya fueran en espacios estatales o particulares. Lo lamentable es que en diez años de funcionamiento, la asignación presupuestaria que recibe no pasa de Q30 millones, a pesar de su eficiente trabajo, la abnegación de los guardabosques y la persecución que sufren por parte de narcos e invasores. El buen funcionamiento del Ministerio del Medio Ambiente es cuestionable todavía y se debe reconocer que es un Ministerio que solamente recibe Q30 millones anuales para su funcionamiento. ¿Para qué se creó, si los políticos de turno no lo apoyan y los guatemaltecos no vemos resultados positivos de su trabajo?
En los demás aspectos ambientales estamos muy mal porque no existe la suficiente decisión política en quienes tienen en sus manos el poder de cambiar la alarmante situación. ¿De qué sirve que se hable de atraer turismo rural, si la primera impresión dada a los viajeros son los basureros en los sitios de importancia turística y en cada municipio? ¿Dé que sirve que se hable de programas de salud ambiental, si no existe autoridad capaz de suprimir la expansiva contaminación del humo negro? ¿De qué sirve la exigencia de los estudios de impacto ambiental, si no existe rigor para exigir a la empresa privada la construcción de plantas de tratamiento de sus residuos industriales? ¿De qué sirve que el Código Municipal instituya que son los alcaldes las autoridades encargas de vigilar por la conservación del medio ambiente, si la mayoría pretende ignorarlo mientras nuestro país es depredado de sus recursos naturales y los mismos guatemaltecos lo hemos transformado en un gran basurero?
No existe la menor duda, por mucho que se señale, por mucho que se denuncie el criterio político para encubrir el despojo pesa mucho. Tu Muni hace obras progresistas, menos combatir el criminal humo negro. La educación ambiental se ha quedado en un esfuerzo individual de cada escuela. Oímos de las amenazas del calentamiento global y hemos sufrido en carne propia los estragos de la tormenta Stan y del Mitch, pero ni por donde pasó las comunidades afectadas lo asocian con la deforestación que realizan, ni nuestras autoridades de turno han incentivado el amor a la naturaleza. Nos conformamos con haber desistido de los fogarones del 7 de diciembre.
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